La tripulación en tierra juega un papel fundamental

Los aviones de combate «tradicionales» esto es, sin misiles, suelen tener varias armas del mismo tipo, ya sean dos o más ametralladoras, dos o más cañones, y sucesivas combinaciones, independientemente del calibre, cadencia y peso. Si ya de por sí es difícil acertar a un objetivo móvil en el espacio, estando de pie y sosteniendo un arma, esa dificultad se acentúa al máximo si te estás moviendo a más de 400 kilómetros por hora, en todas las direcciones del espacio imaginables, cambios de plano continuos (diferentes posiciones relativas) y sometido a factores de carga cambiantes según las condiciones en que se desarrolle el combate. Asimismo, puedes perfectamente vaciar todas las cajas de municiones y ocasionar un daño mínimo al blanco, lo cual, dicho sea de paso, convierte a un avión caza en un simple avión de altas prestaciones, y sólo eso; estás indefenso. Por poder, pueden darse como mínimo todas estas circunstancias altamente desfavorables.

Lo cierto es que la capacidad de derribar un blanco durante un combate aéreo tradicional depende del piloto en su mayor parte (ser capaz de ejecutar de forma encadenada tanto BFM (Basic Fighter Maneuvers), como ACM (Air Combat Maneuvers) y situarse a la suficiente distancia del blanco y a sus seis como para poder disparar el armamento, sin perder de vista la capacidad del blanco de realizar un yo-yo alto ó bajo o un viraje de rotura y cambiar las tornas rápidamente, pasando a ser la presa en vez del cazador. No obstante, las tripulaciones en tierra también tienen mucho que decir a la hora de que un piloto suba arriba y vuelva convertido en un As, como vamos a ver a continuación.
 

Volvamos a un avión de armamento múltiple, independientemente del armamento del que se trate. Todo lo dicho anteriormente, el vaciar la caja de municiones durante una misión y volver sin un derribo NO es deseable: el piloto ha de tener las máximas facilidades para que la unidad indivisible que forman él y su avión sean letales; para ello se emplea el armonizador de armas, como medio de prácticas y entrenamiento.

La utilidad principal del armonizador de armas es lograr que la tripulación de tierra sea capaz de conocer el funcionamiento exacto del sistema de armas del avión. Centrándonos en el F-86 Sabre, el armonizador permite ensayar y conocer el ajuste de la convergencia de las seis ametralladoras de 12.7 milímetros de las que consta el Sabre, así como el funcionamiento del conjunto:

  • Radar de control de tiro AN/APG-30.
  • Visor A-4.
  • Enganche-desenganche del blanco y manejo del alcance (mando de gases).
  • Paso al siguiente eco captado por el radar de tiro (palanca de control).
  • Sistema de bombardeo aire-tierra.
  • Y, finalmente, el sistema de bombardeo aire-tierra.
Esquema de una errónea armonización
El funcionamiento de todo este conjunto es muy importante (de hecho, fue uno de los parámetros característicos del Sabre que le dio una ventaja respecto del MiG-15 en Corea), pero más importante aún es el concepto de convergencia: es el ajuste en términos de distancia al que se someten las ametralladoras de forma que la munición converja o se junte a una determinada distancia. Es decir, se ajusta un determinado ángulo para las ametralladoras, tanto vertical como horizontal, para que la munición converja en a una determinada distancia. Imaginemos que tras una serie de virajes logramos estar a las seis del enemigo y disparamos; el avión tiembla por el retroceso del armamento, pero no ocurre nada memorable; el objetivo continua volando. En este caso, el ángulo de convergencia en el eje horizontal y vertical es demasiado alto; muy probablemente, sólo las ametralladoras que converjan en el eje horizontal del avión hayan hecho blanco. En cambio, si disparamos a la distancia a la que se ha ajustado la convergencia del armamento, el efecto es similar al de cortar mantequilla con un cuchillo; la alta energía cinética del armamento junto con la temperatura a la que este se encuentra a la salida de la boquilla, combinando con el tipo de munición (perforante, explosivo, incendiaria) hará el resto. Por supuesto, que cuanto mayor calibre, mayores efectos nocivos para el blanco.

Esto, que parece relativamente simple, da una pequeña muestra del grado de conocimientos que se demandan a los profesionales que forman el conjunto de las tripulaciones de tierra: han de conocer al dedillo los aviones y el armamento que operan, muchas veces más inclusive que el piloto, para que este haga correctamente su trabajo y pueda permitirse el lujo de despreocuparse al máximo posible sobre si su máquina estará o no preparada para hacer su trabajo. En tierra, son sus ojos, de la misma forma que en el aire el piloto es sus ojos y, una vez que toma tierra, les informa de todo lo que haya podido ocurrir, con la confianza de que anotarán «hasta la última coma», de la misma forma que lo hizo el piloto antes de subirse a su «compañero».

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